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El Alma en cortejo, derrumbe y totalidad

Derrochas júbilo al cosechar intuiciones de un porvenir en que el que se fragmentan las barreras y se solidifican los puentes.

Tiritas de lado a lado excitada al entrever una posibilidad con un fin aguardado.

Por rutina de la práctica te aproximas delicadamente y cubierta de un impermeable de protección por si acaso; te empiezas a desnudar compartiendo tu parte pura, un insinuado proyecto en común, un cuento descifrable y esperado.

Audazmente logras la entrada a la zona de conexión, de similitudes, atracciones propias y destinos fraguados.

Después de cierto tiempo, pasas al estado de tensión en el que cada encuentro es una promesa del cielo y del infierno al mismo tiempo.

Y es entonces…

Cuando esa inocencia suya que te conmueve; se abre de pecho y te desmiente o te confirma su lealtad; pero que de igual forma delimita incisivamente los márgenes que los separan y que te aplazan a un plan contingente de olvido.

Y ese impermeable por si acaso se destroza, funciona solo en el preámbulo como si al momento inherente llagase ya desgastado.

Y entonces la pureza ya no es pura, el crepúsculo ya no anima, solo se suma uno tras otro recordándote que ahora les sigue un proyecto en común; el de la ausencia.

Sin más predominios de similitudes, atracciones propias y destinos fraguados; te extenúas y te llenas de repugnancia.

Te descuelgas en picada hacia un punto donde las preferencias no existen, el ejercicio ocurre solo en la tristeza, te crees ser nada, y es gracias a ello que apenas poco antes de alcanzar el delirio, topas con el otro extremo; el que nunca se desea pero el que a menudo se necesita y te salvas…

Entiendes…

Y es precisamente cuando empiezas reconsolidar lo que en ti disipaba. El alma se entreteje, comprende al amor y hasta ahora es que verdaderamente ama.

Con la llave que conectas a la rosa y el corazón,

Abres un mundo de horizontes por conocer, llenos de afecto, desamor y adversidad.

 

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